Fábricas

La revolución industrial tuvo una rápida acogida y un gran desarrollo en nuestro pueblo. Encontró ciertamente un terreno abonado porque existía una tradición manufacturera tradicional muy importante, seguramente heredada de los moriscos, basada en el trabajo del esparto, el cáñamo, el junco y otras fibras para la fabricación de cuerda, utensilios de todo tipo y alfombras.

Esta actividad artesanal llevaba a los hombres de Crevillent al trabajo temporero fuera del pueblo para vender sus productos por todas partes. Cavanilles, el valenciano ilustrado autor de Las Observaciones sobre el Reino de Valencia, que nos visitó y dejó una descripción muy detallada de lo que observó en Crevillent, los vio en París a finales del siglo XVIII, vendiendo alfombras. 

Cabe mencionar también la muy conocida actividad de estorar y desestorar, es decir, forrar el interior de las viviendas de las ciudades con alfombras en invierno y quitar estas en verano, tanto en Madrid, como en otros lugares más cercanos como Murcia o Cartagena.

Ya, a mediados del siglo XIX, aparecen las primeras grandes fábricas, que habían de ser el relevo de talleres más modestos, situadas ahora en edificaciones más espaciosas en la periferia del pueblo. La actividad artesanal, que alimentaba antaño a nuestras familias, se ubicaba en cualquier lugar como en la calle o en la cueva, en el círculo familiar. Pero ahora, durante los años veinte, las fábricas empezarán a dar trabajo estable a cientos de personas y continuarán así casi todo el siglo XX. Es, en el curso de aquella década, cuando llega la Primera Revolución Industrial crevillentina. La fundación de la Cooperativa Eléctrica San Francisco de Asís, en enero de 1925, permitirá una producción con energía eléctrica y mecanizada.

Estas nuevas fábricas albergaron gran cantidad de telares destinados a la fabricación de alfombras. Se constata que, a mediados del siglo XX, la tendencia que tenía la población crevillentina de emigrar, principalmente hacia Cataluña y Madrid, se invierte y empiezan a venir a trabajar a nuestros talleres operarios de otras poblaciones.

Las fábricas tuvieron un crecimiento vertiginoso y convirtieron a Crevillent en una potencia industrial de primera fila y en el principal productor de alfombras del país. Los telares pasaron de ser manuales a adaptar paulatinamente muchos de los avances mecánicos y tecnológicos que venían de Cataluña y también del extranjero. 

Las alfombras de Crevillent tendrán una fama merecida en todo el Estado y más allá. Enumeraremos aquí algunas de las empresas más destacadas que, la mayoría de los lectores, conocerán tan bien o mejor que nosotros: la “fàbrica Gran” (Hijos de Augusto Mas), la fábrica del Sabio (Alfombras Universal), la de Antonio Pérez Adsuar (Alfombras Imperial), la de cal Testa (Viuda de Lledó Mas), Alfombras Iberia y Alfombras Boyer. 


Aparte de estas, también había otras que elaboraban otros productos, como la fábrica de alpargatas del tio Huertas, la de Hilaturas Mas Candela –también llamada “fábrica del Motor”, la fábrica de les Calces, y grandes talleres de hilados como el del tio Piou o el del Joaquín el Blas, entre otros.

Por último, hacia finales del siglo XX llegará el declive fatal de la industria crevillentina de la alfombra. Pero en nuestro pueblo, durante varias generaciones, las fábricas constituyeron el centro de la vida cotidiana de muchísimas familias, trabajadoras y trabajadores, patrones y patronets, y de todas las personas que ejercían oficios relacionados con esta industria. Esto debía quedar reflejado, cómo no, en la fotografía.

Por otra parte, no son muchas las fotos antiguas que hemos podido recuperar de los edificios destinados a fábrica. Las más antiguas datan de finales del siglo XIX. Lo que sí podemos mostraros aquí es algunas de las instantáneas de los empresarios y también aquellas, muy significativas, donde los trabajadores de un taller o una empresa posaban para la cámara de manera colectiva. 

Así mismo, tenemos imágenes impagables de operarios y operarias en pleno trabajo que son un testimonio extraordinario de toda una época en la que Crevillent destacó, de forma innegable, en el arte de la alfombra.

Trabajadores/as de la empresa de Antonio Candela Aznar junto al propietario (finales del siglo XIX).

Los niños entraban a trabajar, de aprendices, entre los ocho y los diez años.

La casa de las persianas (se construyó hacia el año 1889). La fachada se encuentra ahora en el Parque Nuevo.

La fábrica de las medias (Villa Concha).

Taller del tio Toret. Primeras máquinas eléctricas, ya no necesitan menadors.

Telar d’espernaora. Un telar manual con el tejedor y el canillero.

Tintando las madejas en la fábrica de Viuda de Lledó Mas (el Testa).

La tundidora. Fábrica de Gómez Sepulcre (el Sabio).

Blanqueando las esteras de yute.

Telar de dibujo.

Repasadoras (repasaban los fallos del telar).

Telar manual de felpudo.

Urdidor manual.

Mujeres escurriendo las madejas de lana.

Urdidor.

Telar de dibujo de varilla.

Bobinadoras (mujeres haciendo bobinas de las madejas).

Haciendo el fleco.

Repasadoras.

Tintorería.

Trabajadores/as del Testa (fábrica de alfombras de Viuda de Lledó Mas).

Sala de calderas (tintorería) de la empresa “Alfombras Viuda de Lledó Mas”.

Telar automático de doble tela (1,70 o 2m.), introducido a finales de los sesenta.

Telar belga de varilla (Jacquard).

Tendedor de madejas.

Telar de doble tela.

Taller de hilados de Eduardo el Colom.

Trabajadoras de Viuda de Lledó Mas.

Trabajadores/as de la fábrica de los Andreuets.