La sierra
La sierra es de todos
“Quan vaig per la serra
m’ho diuen:
la serra és de tots.
Ningú no pot evitar-ho.
Hi ha gent que es passeja
amunt i avall,
cap ací i cap enllà.
Hi ha el color dels pins,
el brunzir dels insectes,
la blavor del cel,
la blancor dels núvols,
la grisor de la boira,
el cant de la perdiu,
el majestuós vol de l’àguila,
la flaire del romer,
la fressa dels petits llangardaixos
que s’esmunyen entre l’herba.
Hi ha natura,
i tot el que en ella viu.
I pense un moment la veritat,
una volta més:
la serra és de tots
i de ningú més.”
“Cuando voy por la sierra
me lo dicen:
la sierra es de todos.
Nadie puede evitarlo.
Hay gente que se pasea
arriba y abajo,
hacia aquí y hacia allá.
Está el color de los pinos,
el zumbar de los insectos,
el azul del cielo,
el blanco de las nubes,
el gris de la niebla,
el canto de la perdiz,
el majestuoso vuelo del águila,
el olor del romero,
el ruido de los pequeños lagartos
que se deslizan entre la hierba.
Hay naturaleza,
y todo lo que en ella vive.
Y pienso un momento la verdad,
una vez más:
la sierra es de todos
y de nadie más.”
Este poema (si se puede decir así) lo escribía hace más de cuarenta años Josep Antoni Aznar, uno de los autores de este libro. Para los crevillentinos, la sierra ha significado y significa mucho. Hoy por hoy, la sierra es el patrimonio más valioso que tiene Crevillent. Una sierra que ha albergado a los primeros pobladores de Crevillent hace más de diez mil años al abrigo de la Ratlla del Bubo y en otros enclaves también antiquísimos como Les Moreres o El Frare; que tiene poblamientos de hace casi tres mil años como la Penya Negra-Herna, y otros posteriores íberos, musulmanes… Una sierra viva, importante, colmada de culturas y de restos arqueológicos.
Una sierra por la cual se interesó el paleontólogo y geólogo Daniel Jiménez de Cisneros hace más de cien años, quien la puso en valor y supo amarla desde una perspectiva científica al ver sus formaciones rocosas y sus abundantes fósiles.
Una sierra que es la nuestra y a la que tanto queremos, tanto que nos atreveríamos a decir que sin ella no sabríamos vivir. Como dice Lionel Terray en su libro La conquista de lo inútil: “no somos nosotros los que conquistamos las montañas, sino que la montaña es la que nos ha conquistado a nosotros”.
Y si queremos ser más prosaicos, la Wikipedia nos dice lo siguiente: “La Sierra de Crevillent es una cordillera de los sistemas béticos, con orientación suroeste a noreste […] Abarca los términos municipales de Crevillent, Albatera, La Murada, Aspe, Hondón de las Nieves, Hondón de los Frailes y Abanilla”.
A pesar de ser una única cordillera, cuando se adentra en términos diferentes al de Crevillent, se la conoce por el mismo nombre de la población; así, además de Sierra de Crevillent, también existen la Sierra de Albatera, Sierra de la Murada y Sierra de Abanilla. La sierra de Crevillent está constituida esencialmente por calizas blancas liásicas y jurásicas. Las alturas principales son: El Picatxo (817 m), Sant Juri (794 m), Puntal de Matamoros (792 m) y La Vella (835 m), la montaña más alta de la comarca.
Nuestra sierra es árida en su vertiente sur, la solana, con terrenos escarpados y escasa vegetación que no sea arbustiva o alguna lengua de pinos localizada en barrancos u umbrías, mientras que en la vertiente norte la vegetación arbórea es importante, fundamentalmente pinos. La solana destaca por su biodiversidad y la riqueza floral con plantas aromáticas como el romero, tomillo, el cantueso, la pebrerella… Asimismo, abunda también el esparto, utilizado antiguamente para fabricar capazos, esteras y otros utensilios.
En la sierra destacan las antiguas construcciones de piedra seca en forma de bancales para aprovechar terrenos, abancalarlos y cultivar algarrobos, almendros y olivos. También se construyeron cabañas de piedra (que nosotros llamamos “xosses”) como refugio para los propios agricultores, pastores o trabajadores de canteras.
Una sierra que se ha horadado buscando el más preciado tesoro para la vida de un pueblo, que no es otro sino el agua, y esto desde los tiempos más remotos. Una sierra que también ha sido refugio y lugar de esparcimiento de cazadores, de leñadores, de excursionistas, de escaladores, de jóvenes que iban a «comerse la mona» y a descubrir el amor…
Asimismo, la sierra también ha sido el refugio de conocidos bandoleros como Manuel Manchón “El Català”, los Mojicas y el más famoso de todos: Jaume Alfonso “El de la serra” o “El Barbut”.
Una sierra que ha estado viva, que está viva todavía y que, mediante estas antiguas fotografías, podemos solo vislumbrar, entrever como si nos llamara y nos guiñara un ojo, e invitándonos a ir al mismo tiempo que nos exige respeto y nuestra atención.


