Crevillent y la escuela

Dicen que la vida de un pueblo son sus niños, que son los que le dan vida y los que le garantizan el futuro. Y así es. La necesidad de transmitir la cultura siempre ha sido una constante en la historia de la humanidad, desde la más simple de padres a hijos a la más compleja a través de los docentes profesionales y las Universidades, pasando por su función socializadora: el aprendizaje de oficios y técnicas, la alfabetización y los estudios primarios, secundarios y superiores.

La educación y el aprendizaje se ve como una tarea vital y necesaria de una colectividad donde, en cierta forma, todos colaboran. No olvidamos el dicho: “Para educar a un niño hace falta una tribu entera”. Poco a poco, aparecen los centros escolares o escuelas como una forma de facilitar y difundir el aprendizaje de los varios conocimientos propios de una cultura o sociedad que están presentes en muchas civilizaciones.

De hecho, las primeras escuelas sobre las cuales se tiene constancia son las de los sumerios en la antigua Mesopotamia, hace más de cuatro mil años, las edubba o “casa de las tabletas de barro” donde se enseñaba, en un principio, fundamentalmente el arte de la escritura cuneiforme y la aritmética para la formación de escribas que servían a los templos y en las casas nobles, transformándose posteriormente en centros de saber de las varias ramas del conocimiento: botánica, mineralogía, geografía…

En las ciudades de la Grecia clásica, fundamentalmente las de influencia ateniense, hay varios tipos de escuelas y el pedagogo es el esclavo que lleva a los niños a la escuela. En Europa, en la Edad Media, el vínculo entre religión y educación se estrecha, la iglesia lleva las riendas de la educación y los monasterios son centros de cultura. Sin ningún sistema de escolarización, solo los hijos de nobles y de familias adineradas tenían acceso a la educación.

Poco a poco, las ciudades van cobrando más protagonismo y con ellas la necesidad de la educación, al tiempo que van creciendo y desarrollándose las universidades. Posteriormente, la corriente humanista que propicia el Renacimiento sitúa al ser humano como epicentro del saber, al tiempo que pretende educar a un ser que domine la realidad y la naturaleza entera, sabiendo de todo, recuperando el ideal de sabio y sabiduría clásicos.

La Ilustración en el siglo XVIII, con sus nociones de progreso e igualitarismo, extiende la educación a amplios sectores sociales hasta entonces excluidos, camino que se continúa en el siglo XIX donde las leyes de la mayoría de países del Occidente reconocen el derecho a una educación básica y marcan los años de escolarización obligatoria.

En el Estado Español, la primera ley educativa integral fue la Ley de Instrucción Pública de 1857, conocida como Ley Moyano (promovida por el entonces ministro de Fomento Claudio Moyano), que intentó hacer frente al analfabetismo tan generalizado que sufría el país, uno de los más altos de Europa. Una ley importante que estará vigente más de cien años (hasta el 1970 con la Ley General de Educación) con pequeñas variaciones durante los periodos republicanos. Se decretan tres niveles: primario (elemental y superior), secundario y superior. 

Se fija la universalidad y la obligatoriedad de la enseñanza elemental (entre 6 y 9 años) para ambos sexos, gratuita, para los que no pudieran pagarla, a cargo de los Ayuntamientos y/o de la iniciativa privada. Además, el gobierno central se comprometió a cubrir el mantenimiento de las escuelas públicas y subvencionar a los pueblos pequeños para que tuvieran escuelas para los niños y las niñas (separadas por géneros y con programas educativos distintos). Se decreta la centralización y la secularización, con libros de texto iguales para todas las provincias, y los maestros tienen que pasar una serie de exámenes para certificar sus conocimientos.

Se fija la universalidad y la obligatoriedad de la enseñanza elemental (entre 6 y 9 años) para ambos sexos, gratuita, para los que no pudieran pagarla, a cargo de los Ayuntamientos y/o de la iniciativa privada. Además, el gobierno central se comprometió a cubrir el mantenimiento de las escuelas públicas y subvencionar a los pueblos pequeños para que tuvieran escuelas para los niños y las niñas (separadas por géneros y con programas educativos distintos). Se decreta la centralización y la secularización, con libros de texto iguales para todas las provincias, y los maestros tienen que pasar una serie de exámenes para certificar sus conocimientos.

En la época de la II República, la educación es uno de los ejes en los programas de los distintos gobiernos, destacando la lucha contra el analfabetismo y la creación de organismos como la Institución Libre de Enseñanza.

Durante los años de la dictadura del general Franco, la escuela fue pieza clave para formar “el espíritu nacional” del nacionalcatolicismo franquista. Además, durante los años 40 y 50, la miseria reinante en la mayor parte del país fomenta el analfabetismo con la escasa o nula escolarización de muchos niños que se incorporan al mundo del trabajo a edades inverosímiles.

 

La ley de Educación del 1945 establecía un primer nivel de educación primaria obligatoria entre 6 y 10 añosmás un segundo nivel especial entre 10 y 12 años donde unos alumnos eran encaminados hacia el mundo del trabajo y otros iniciaban el denominado Bachillerato Elemental, que duraba cuatro años -regulado el 1953 con la ley sobre la Ordenación de la Enseñanza Media-. Después, los alumnos podían hacer los dos cursos de Bachillerato Superior y un curso preuniversitario, denominado PREU, si querían ir a la universidad. También cabe decir que el 1949 entró en vigor la ley de Formación Profesional.

En el año 1970 se promulga la Ley General de Educación (presentada por el ministro Villar Palasí) donde se decreta la educación obligatoria hasta los 14 años comprendidos en la Educación General Básica (EGB). Y se podían continuar los estudios mediante los tres cursos de Bachillerato Unificado y Polivalente (BUP) o la Formación Profesional (FP). Para acceder en la universidad se tenía que cursar el Curso de Orientación Universitaria (COU) y realizar una prueba de acceso: la Selectividad.

Es en 1990 cuando se promulga otra ley de educación: la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) que marca la edad de la educación obligatoria hasta los 16 años.

Y volviendo atrás, hay que decir que Crevillent a principios del siglo XX es una población de poco más de diez mil habitantes. La enseñanza es escasa y ceñida al primer nivel elemental porque muy pronto los niños trabajan ayudando a los padres en los trabajos agrícolas, como también es el caso de las niñas que, además, trabajan en las tareas de la casa, en los talleres de hilados -“el niño mena(d)or”– o, incluso, en las fábricas donde son un obrero más 

Un día, en la fábrica de Augusto Mas, alguien comentó que en una antigua fotografía estaban los trabajadores que se habían llevado a sus hijos para hacerse la foto, pero no aparecían porque eran hijos sino porque eran igualmente trabajadores de la empresa.

Recordamos que, al menos que se tenga un visado de pobreza (certificado por el alcalde y el rector de la parroquia correspondiente) se tiene que abonar una cantidad de dinero para complementar el sueldo de los maestros, que es bastante bajo, y es abonado por el Consistorio Municipal con todos los inconvenientes que esto comporta como ha quedado en la boca del pueblo: “pasas más hambre que un maestro de escuela”, y que en poblaciones como la nuestra intentaron aligerar con celebraciones como “la boleta del queixal” donde se llevaban víveres a los maestros, por parte de los alumnos, la víspera de la festividad de Todos los Santos.

Esta enseñanza elemental incluía básicamente nociones de lectura, escritura, principios de gramática castellana, geografía, historia y aritmética. Las niñas recibían nociones de lectura y escritura, tareas del hogar, higiene y dibujo. Y por supuesto doctrina y moral cristiana, incluida la historia sagrada.

También cabe decir que no hay centros educativos en nuestro pueblo a principios del siglo XX y que los alumnos están en aulas habilitadas a lo largo del tiempo en las calles Bodega (pronunciado Buega), Nou, San Miguel, San Pascual, Pilota, San Joaquín, etc.

Así las cosas, a lo largo del siglo XX nacen tres centros educativos que hay que mencionar y que suponen un hito en la historia de la enseñanza: el Colegio Primo de Rivera, inaugurado el 1929, conocido popularmente como las “Escuelas Nuevas” (nombre que oficialmente ha adoptado ahora), el Centro de Formación Profesional Canónigo Manchón, heredero del Taller-Escuela creado el 1945 (el 4º de la provincia y el número 36 del Estado Español) y el Instituto de Educación Secundaria Maciá Abela que, como Colegio Libre Adaptado adscrito al Instituto Jorge Juan de Alicante, imparte su primer curso en 1962.

Además de las escuelas (aulas) ubicadas en diferentes lugares, diseminadas por el casco urbano, y de los centros escolares, hay que evocar la ingente tarea de muchos particulares que, sin titulación, han ejercido como maestros de muchos alumnos que, después de su horario de trabajo, recibían nociones elementales de escritura y las cuatro reglas de matemáticas y que permitieron avanzar a centenares de personas dotándolos de unos conocimientos necesarios para desarrollarse en la vida. También hay que recordar esas “guarderías particulares” donde eran “depositados” los niños en sus primeros años de vida conocidas como “escuelas de cagones”.

Así mismo, son dignos de mencionar los maestros vocacionales que hemos tenido en nuestro pueblo y que han marcado el corazón de sus alumnos a lo largo de la historia. En su recuerdo estas fotografías.

Hacerse una fotografía de los alumnos con su maestro era casi un ritual desde hace un siglo.

La educación y el aprendizaje en la escuela se ven como una tarea vital desde hace casi dos siglos.

La primera ley educativa de la Estado Español es la denominada ley Moyano de 1857 donde las escuelas están separadas por géneros y con programas educativos distintos.

Es a partir de 1970 cuando las aulas podrán ser compartidas por niños y niñas y a partir de 1984 de manera obligatoria.

Los niños más pequeños sí se mezclaban en “centros particulares” que en el pueblo denominaban “escuelas de cagones”.

El mobiliario de las escuelas era bastante austero y básico y las clases podían tener más de 40 alumnos para un único maestro que podía impartir todas las materias de diferentes niveles.

El primer centro escolar de Crevillent se inauguró el 1929 con el nombre de Primo de Rivera, también se denominó Luis Bello y ahora tiene la denominación Escuelas Nuevas que es la denominación popular desde siempre.

El trabajo de maestro tiene que ser vocacional y así ha sido durante mucho de tiempo.

El desaparecido colegio de los Abrets, niños jugando, haciendo manualidades y preparados para un festival escolar.

Las fotografías individuales como recuerdo escolar del curso también eran muy típicas.

La seriedad y/o la alegría eran recursos que el buen fotógrafo buscaba para inmortalizar un rostro y una situación.

Si en el mismo colegio había dos o más hermanos lo más normal era hacerse una foto juntos.

Entre libros, bolas del mundo, plumas estilográficas, cuadernos e, incluso, bordando… 

Las fotos escolares son recuerdos imborrables de una etapa de la vida decisiva y única.